Ir a Provenza es uno de esos
viajes que una quiere hacer pero nunca encuentra el momento para ello. Tan
cerca y tan lejos…
Hace unos años, un grupo de
amigos, por fin, conseguimos ponernos de acuerdo y salir en un viaje corto pero
intenso.
Un miércoles de primavera, a eso
del mediodía, pasaron a buscarme por casa y salimos por la A7 hacia la
Junquera. No habíamos llegado a San Celoni y ya estábamos decidiendo donde
comer una vez pasada la frontera y ganó, por goleada, Colliure. Si estábamos
haciendo un viaje con una importante carga gastronómica, que menos que unas
ostritas con champagne para empezar.
A eso de las dos de la tarde
aparcábamos en Colliure, un pequeño pueblecito costero en el que, como
curiosidades, está enterrado
Antonio Machado y en él vivió el novelista Patrick O’Brian mientras escribía
sus famosas novelas de aventuras.
Nuestro gozo en un pozo. Cuando
llegamos, estaban todos los restaurantes cerrando y, por la hora, no nos daban
de comer. Nuestra elección había sido La Fragate. Es restaurante en el puerto
con muy buena cocina, pero acabamos en una taberna inmunda donde nos timaron
por unos tristes mejillones sin ostras ni champagne.
Así que, tras este estrepitoso
fracaso, seguimos camino hacia Les Baux de Provence, que habíamos establecido
como base para dormir y escogimos para ello un hotel de Chateaux e Relais
llamado “Le Mas de l Olivie”. Se trata de un pequeño hotel en el campo rodeado
de jardines de olivos y hiervas aromáticas. Las habitaciones son muy confortables
y el trato amabilísimo y un precio razonable según la temporada. Deshicimos las maletas y, tras
descansar un rato, nos arreglamos para nuestra primera gran cita gastronómica.
A eso de las nueve de la noche,
perfectamente arregladas, nos dirigimos en coche hasta el pueblecito vecino de
Saint Remy de Provence que destaca por las tiendas de ropa para la casa, con
las típicas colchas y mantelerías de la zona. Habíamos elegido para cenar un
pequeño restaurante llamado “La Maison Jaune” (http://www.lamaisonjaune.info) en el
que el cocinero François Perraud nos sorprendió con diferentes platos
acompañados de vinos de la zona. El restaurante está atendido por una sola
persona que sirve a todas las mesas con un esmero digno de mención. El precio no llegó a los cincuenta
euros por persona. Tras la cena y el viaje volvimos al hotel porque al día
siguiente teníamos una agenda muy apretada.
El jueves por la mañana fuimos a
desayunar a Saint Remy los típicos croissants franceses de mantequilla pues el
desayuno del hotel no es su punto fuerte, es más bien convencional. Desde allí
salimos hacia Gordes. Un pueblo que está en un monte aislado con unas
excelentes vistas sobre la campiña provenzal. Allí preguntamos por los mercados locales para comprar las
famosas “hierbas de la Provenza” y nos recomendaron un mercadillo callejero en
un pueblo al que no habíamos pensado ir pero que fue todo un
descubrimiento. L’Isle Sur la
Sorge. Antes de llegar pasamos por la Fontaine Vaucluse. Donde nace el rio
Sorge y donde Dante escribió parte de la Divina Comedia. Es espectacular y no
debes perderte esta visita. El nacimiento del rio en una cueva subterránea y
con cierta tradición de misterio, hace que brote con una fuerza y caudal
absolutamente ensordecedor. Es probablemente uno de los espectáculos naturales
más impresionantes que he visto.
Desde la Fontaine de Vaucluse a
L’ille Sur le Sorge apenas hay un trayecto corto de coche. Este nuevo pueblo es
la cabeza de partido de la zona.
Lo que hace diferente a L’Ille sur Sorge es que esta atravesada por
canales que mueven gigantescas norias en cada casa lo que le da un aire
pintoresco. Tras un corto paseo
por la ciudad y unas compras en el mercadillo de hierbas, fuimos a comer a un
restaurante que no teníamos en la agenda en principio pero que fue un
descubrimiento. Se trata de L’Oustau de l’Isle (http://www.restaurant-oustau.com)
un restaurante Grand Gourmet según la guía Michellin que lo lleva una familia y en la que saboreamos un menú muy
bueno y nada caro (unos treinta euros por persona con vino de la casa).
De allí fuimos a a Aix en
Provence, la ciudad comercial por excelencia. Allí estuvimos paseando y viendo
tiendas. El mercado callejero es los martes, jueves y sábados. Cansados, fuimos a reposar un rato al hotel y a
prepararnos para la cena en el Oustau de Baumaniere (dos estrellas Michellin)
en les Baux de Provence.
Este restaurante merece una
mención especial pues se trata de un referente gastronómico mundial (http://www.oustaudebaumaniere.com/fr/accueil). Raimond Thulier es uno de los mejores
chef del mundo. Aconsejo pedir el menú que es suficientemente variado y
abundante y no caer en la tentación de pedir fuera de carta. El cochinillo no
es nada parecido al segoviano y no fue una buena elección. Sin embargo el
pichón y el pescado resultaron exquisitos así como las entradas y los postres.
Este es el más caro de los que fuimos (unos cien euros por persona) pero merece
la pena. Conviene además darse una vuelta por el hotel en el que se encuentra
el restaurante y por la tienda de
productos para la casa.
La mañana del viernes, tras un
frugal desayuno en el hotel nos encaminamos a Chateaunef du Pape. Diminuto pueblo
roquero con un castillo papal en la cima y en cuyas callejuelas inclinadas
están llenas de bodegas en las que podemos degustar las distintas marcas de una
de las denominaciones de origen más famosas del mundo. Los vinos más conocidos
son los tintos, pero lo blancos son increíbles y nada conocidos. De allí nos
fuimos a Orange, con su famosos teatro romano y sus casco antiguo agradable de
recorrer. Comimos en Au Petit Patio donde tomamos el menú, pero no nos
satisfizo.
Por la tarde nos dirigimos a Avignon,
ciudad papal con su inmenso palacio y castillo y el famoso Pont D’Avignon.
Recorrimos sus calles empedradas y visitamos sus comercios.
Deberíamos haber cenado en L’essential (Grand Gourmet) pero
estábamos muy cansados y nos volvimos al hotel. Finalmente cenamos en
Fonvieille en la Table du Meunier (http://restaurant.michelin.fr/restaurant/france/13990-fontvieille/la-table-du-meunier/29id7xm),
una pequeña casa de comidas donde la señora cocina y el señor anima la sala con
sus bromas y coqueteos (aunque que parece que tiene más de cien años). Tomemos
un cordero asado en su propio jugo a fuego muy lento durante más de diez horas
y que todavía hoy recordamos. Muy bien de precio unos treinta euros por persona
con vino y todo.
RECOMENDACIONES
ROPA siempre llueve, ya sea un día o todos los días, una
gota o un chaparrón. Recomiendo llevar un gorrito de agua en el bolso para
poner y quitar.
El calzado debe ser cómodo porque las calles son empinadas y
empedradas..eso quiere decir botas bajas o zapatillas según la estación.
La ropa para el
día, a capas, y así podrás quitar y poner, pues cuando aprieta el sol…calienta.
Y por la noche el típico little Black dress o pantalón en su caso.
COMPRAS no
perdeos los mercadillos de las ciudades y pueblos, es fundamental comprar las
hierbas de la Provenza, que luego podrás poner en carnes, pescados y hasta en
una tortillita con ajitos tiernos y cebolla..exquisita.
También podéis comprar pimientas de tres colores a granel,
cardamomo y curry de muchas variedades y una infinidad de especias.
Destaco la ropa de cama y manteles. Son las típicas colchas
con estampado provenzal o las mantelerías de colores tierra y las blancas. La
mayoría de las tiendas están en Saint Remy, cuyo mercadillo es el miércoles,
por si queréis combinar y si buscáis algo mejor en la tienda del L’ Ousteau de
Baumaniere.
Los aceites son muy buenos pero teniendo los nuestros…
ULTIMA RECOMENDACIÓN procurad pedir menú en los
restaurantes, siempre esta ajustado en cantidades y precio y además sabréis lo que os gastáis y NUNCA nada
fuera de carta. En vinos, preguntad por el de la casa pues en los restaurantes
buenos el vino está en consonancia, y además los nuestros no tienen tanto que
envidiar, aunque las Côtes du Rhone son conocidas por sus vinos
A LA VUELTA, si llegáis cansados, podéis comer en Figueras
en el Hotel Europa comida casera y de cuchara.
FIN DEL VIAJE os deseo que disfrutéis de un viaje
inolvidable.